viernes, 3 de octubre de 2014

Capítulo I: Un nuevo inqulino

La noche era oscura y estrellada pero en la estación de tren de la ciudad la intensa luz de las farolas iluminaban la noche más que cualquier astro en el cielo. Un ruido estridente interrumpió el silencio en que se encontraba el andén cinco, se trataba de un tren que acababa de llegar. De él empezaron a bajar a cuentagotas una serie de personas, la mayoría chicos jóvenes con maletas, entre ellos un chico que poseía una estatura media, barbilampiño, delgado y muy moreno con el cabello muy oscuro lleno de gomina para fijar un peinado juvenil que se caracterizaba por tener el pelo hacia arriba, y que conjuntaba a la perfección con unas prendas muy modernas.

-¿Qué tal el viaje espinete?-dijo sonriente con voz grave un chico que se acercó desde una pared en la que estaba apoyado. Este era algo más alto que él, y estaba claro que unos años mayor, algo fibrado sin dejar de aparentar estar delgado, con un un pelo largo negro y ondulado que parecía imposible de peinar pero que inexplicablemente encajaba muy bien con sus grandes y oscuros ojos, su tez morena y su ropa oscura, compuesta de pantalones vaqueros, playeros y chaqueta totalmente negros, y que por las miradas de muchas de las jóvenes chicas que bajaban del tren estaba claro que resultaba atractivo a sus ojos.

-Hola primo ¿que tal estás?- Contestó el recién llegado

-Así que el pequeño Carlitos va a estudiar medicina... -Prosiguió en tono burlón.

-No me llames así -protestó algo molesto mientras apartaba la mirada de su primo en señal de desaprobación.

-Jaja-se rió- No te enfades hombre es para recordar viejos tiempos, lo cierto es que me encanta que hayas venido aquí a estudiar en vez de elegir cualquier otro lugar, será como antiguamente el primo mayor cuidando del pequeño. Venga te ayudo con la maleta- dijo en un tono cada vez más formal mientras cogía una de las dos maletas que traía Carlos.

Salieron de la plataforma de llegada del tren, que estaba al aire libre, y accedieron a un gran hall donde había un gran reloj, cuyas agujas marcaban las doce y cinco, así como gran cantidad de comercios cerrados, a excepción de una cafetería, debido a la hora.

-¿Tíenes hambre?- Dijo el chico más mayor al ver la cafetería abierta

-No, no mucha- contestó con desgana.

-Bueno pues yo no he cenado, así que si quieres me miras mientras como -señaló entre risas.

Accedieron a la cafetería la cual estaba prácticamente vacía, con apenas tres personas sentadas en distintas mesas, y donde solo se oía una televisión donde el camarero estaba viendo desde la barra un programa en la que una anciana señora estaba gritando a otra varios improperios. Según se acercaron adonde estaba el camarero este se giró para atenderlos con cierta desgana.

-¿Qué os pongo?

-A mí me pone un pincho de la tortilla esa que tienes ahí- respondió el más alto mientras señalaba una tortilla detrás de la cristalera de la barra- y aquí a mi primo le pones ... ¿otro?

- No, mejor un café que no tengo mucha hambre -dijo rápidamente Carlos.

-Como eres. Si no la querías me la hubiera comido yo-.

El camarero les sirvió rápidamente lo que habían pedido y empezaron a consumirlo en la barra. Carlos vio como desde una mesa una chica se levantó y cogió su mochila con intención de irse. Se quedó mirándola unos instantes se trataba de una mujer de largo cabello rubio, aunque tenía un mechón de color plateado, de piel blanca y figura delgada y bien proporcionada, pensó que era una mujer con gran éxito entre los chicos, aunque a él le llamó la atención el hecho de parecer excesivamente pensativa, como si estuviera preocupada por algo. La chica se percató de la presencia de los dos primos, y sonriendo se dirigió hacia ellos. Carlos agachó la mirada rápidamente y se ruborizó pues estaba claro que debía haber visto como la miraba. El tiempo que tardó en llegar la chica hacia donde estaban ellos le pareció eterno y no dejaba de pensar que le diría por esto y, sobre todo, que diría su primo de lo sucedido, seguro que con esta anécdota lo torturaría durante unos días.

-Hola Javi-dijo la chica al llegar a la barra, lo que sorprendió a Carlos, pues era su primo el que la había llamado la atención. Estaba claro que se conocían.

-¿Si?- Se giró este sobresaltado pues estaba comiendo la tortilla y no se había enterado hasta ese momento de la situación. - ¡María!- exclamó sobresaltado y con cierta palidez en la cara nada más ver a la recién llegada.- Cuan... cuanto tiempo sin verte.

-Lo sé, he estado poco en la ciudad en verano y cuando te he llamado no me has cogido el móvil, ni me has contestado- Recriminó la joven cambiando el semblante de su cara a un semblante algo menos amistoso pero sin ser enfadado, como la madre que recuerda a su hijo que tiene que realizar sus tareas.

-Perdona, supongo que debería haberte contestado, pero es que...

-Déjalo, no tienes que darme explicaciones, te conozco- dijo María, con un tono que intentaba ser comprensivo pero que resultó demasiado forzado, cortando así lo que estaba diciendo en ese momento Javier- Por cierto ¿y este chico quien es?

-Ah... sí, este es mi primo Carlos -contestó Javi, cambiando la cara de angustia que se le había puesto con la reprimenda.

-Hola Carlos, encantada...Os pareceis, por cierto. Bueno me tengo que ir. Javi tenemos que quedar esta semana.

-Vale... -Contestó algo preocupado.

Los dos primos se quedaron sentados en sus taburetes, mirando, en silencio, como se alejaba María. Carlos miró a su primo, estaba claro que parecía contrariado, suponía, por las palabras, que Javi había tenido algún tipo de relación con ella y que no había salido todo lo bien que esperaba, algo que no le extrañaba en sí pues siempre había sido muy mujeriego. Lo que sí le extrañaba era la reacción de preocupación que había tenido cuando habló con ella así como lo blanco que se había quedado, prácticamente sin expresión, la cual iba recuperando según se alejaba María, como si le hubiera lanzado una maldición.

-No has dicho nada- dijo Javi de imprevisto al cabo de unos segundos, lo cual sobresaltó a Carlos pues después de un larguísimo minuto en silencio no se lo esperaba, sobre todo ese cambio de tono de voz intentando aparentar que no había pasado nada y queriendo romper con ello el hielo.

-¿Y que quieres que diga? Me he quedado un poco extrañado con la situación- Contestó intentando defenderse.

-Hombre haberla dicho hola, supongo que como es una chica muy guapa te ha impactado- se burló manteniendo ese tono forzado.

-No me ha impactado eso, me ha impactado que parecía preocupada y también que estaba claro que tenéis cuentas pendientes -recriminó a su primo

-Supongo que sí que estaría preocupada y respecto a lo otro es algo que no te atañe- respondió Javi algo molesto.

-Perdona, no era asunto mío -se disculpó

-No te preocupes -

Acto seguido el más alto llamó al camarero, pagaron y salieron de la cafetería al hall de la estación para posteriormente acceder a la calle. Carlos, que aunque había estado en aquella ciudad no conocía la estación, vio fascinado como todo se habría ante ellos. La estación poseía un gran aparcamiento con un jardín en medio y parada de taxi justamente en la puerta de entrada al hall. En frente se encontraba una carretera urbana por la que circulaba algún coche y que estaba separada del aparcamiento por una valla con una puerta de entrada y otra de salida. Tomaron la puerta de salida y cruzando la carretera, llegaron a una larga zona ajardinada delimitada por dos vías para coches que la escoltaban paralelamente y conjuntamente con altos edificios de viviendas con  más de diez plantas. Pasaron una gran estatua que era un homenaje a Cristobal Colón descubridor de América. A partir de este lugar y a pesar de continuar en la misma dirección la morfología del espacio cambió, seguían caminando sin modificar el rumbo pero a su izquierda ya no veían pasar coches por vía alguna y tampoco se veían edificios, el hormigón había dado paso a una valla rodeada de vegetación por donde sobresalían árboles de gran tamaño y frondosidad. Por su parte al lado derecho continuaban siendo escoltados por una hilera de edificios, pero al ser cortada por una calle perpendicular a la que circulaban, los estructura de los edificios cambió totalmente, fue como entrar en un agradable túnel que les retrotraía al siglo XIX, y que le recordaban, por su estructura modernista con arcos, mansardas y algún torreón, a la arquitectura francesa que había visto en imágenes.

-¿Qué te parece la zona noble? Se pensó para la burguesía y a día de hoy la cosa no ha cambiado tanto- dijo medio sonriendo pero con un tono serio, como si estuviera realizando una crítica con sorna.

-Por lo menos es agradable a la vista- Contestó Carlos con clara intención de sacar a su primo de esa seriedad.

-Eso no se puede negar, pero mira allí- Prosiguió hablando Javi mientras señalaba una zona con bancos a los pies de los edificios señoriales.

Carlos se dio cuenta de que tumbados en los bancos había dos parejas de indigentes, tapados  con una mantas, a pesar de que hacía una noche agradable.

-No... no los había visto- dijo Carlos algo avergonzado.

-No te preocupes, no los ves tú ni la mayoría de las personas, son invisibles, así la vida es más agradable. No para ellos eso sí- reflexionó

-¿Qué quieres decir?- Preguntó el más pequeño, al ver, por la expresión de su primo, que la conversación había alcanzado unos derroteros serios.

-Qué son los grandes olvidados primo. Es paradójico como hoy en la misma calle van a dormir personas con nada y otras con tanto. El mundo está plagado de estas injusticias. ¿A qué en el pueblo no tenéis estos problemas?

Carlos se quedó pensativo mientras reflexionaba en lo que su primo acababa de decir. No era ningún ingenuo sabía que la pobreza existía, pero era algo que tenía asumido y quizás, por eso, no había pensado nunca en lo que acababa de decir su primo. Pero a lo que más daba vueltas era a la distancia que había notado con su primo, cuando lo escuchó sintió un abismo entre los dos. Hacía mucho tiempo que no lo veía y con el poco rato que había pasado sintió que su primo era un desconocido, que ya no era el chico alegre y extrovertido al que seguía a todas partes cuando era pequeño, el chico que caminaba a su lado era una persona más bien introvertida y bastante seria, alejado de la imagen que guardaba de él.

Llegaron a un lugar donde había una enorme fuente con chorros de agua que subían hacia arriba, y donde justo al lado había una gran estatua en honor al escritor "José Zorrilla", persona ilustre de la ciudad y que parecía vigilar la entrada al enorme jardín vallado que les había estado acompañando por la izquierda. En ella destacaba, a la derecha un edificio, construido con materiales de color marrón que parecía querer emular el pasado glorioso de la ciudad, pero que o estaba demasiado bien cuidado o no tenía tantos años como quería aparentar. El resto de la plaza estaba bordeada por edificios que iban cambiando su estilo a medida que avanzaban, pasando de la homogeneidad de edificios ambientados en arquitectura francesa, antes mencionados, a una serie de construcciones que, no dudando que formaban parte de la zona noble de la ciudad parecían un mosaico de estilos y épocas diferentes, que se agudizaron al entrar en una nueva calle, tras dejar atrás el lugar presidido por el escritor romántico. Se alternaban edificios señoriales, con otros que a su lado eran muy modestos y realizados con ladrillos en algún caso, era como si la historia hubiera dejado huecos que en nuestra época hubiéramos tenido que rellenar. Entre las viviendas también había abundantes despachos de abogados, arquitectos o gestorías, pero los locales situados en las plantas bajas estaban reservados fundamentalmente a los comercios, sobre todo de ropa. Carlos conocía esa calle, las pocas veces que había visitado la ciudad había pasado por allí, y sabía que este tramo se llenaba de gente durante todo el día.

De pronto la calle se acabó y se encontraron en la Plaza Mayor, una enorme plaza rectangular con soportales sostenidos con columnas de granito y edificios de color rojizo y blanco oscurecido, entre los que desembocaban pequeñas calles, siendo sin ninguna duda la más importante la que acababan de transitar, y con una estatua en honor al fundador de la ciudad en el medio. Pero entre todos estos edificios, destacaba uno, que siendo diferente encajaba perfectamente en la fisionomía del entorno, estaba formado por tres partes, siendo la central diferente a las otras dos y de menor altura, aunque de ella sobresalía una esbelta torre donde se situaba un reloj, se trataba de la Casa Consistorial.

Continuaron caminando por los soportales, en ese momento plagado de comercios y bares cerrados, dejaron atrás la Plaza Mayor y llegaron a una calle para desembocar en otra pequeña plaza también rodeada de soportales y con una fuente que tenía una bola del mundo en su cumbre. Salieron de esa plaza por una calle descendente que transitaron hasta llegar a la parte más baja, donde había un Gran Edificio, con rasgos arquitectónicos propios de la Grecia clásica, que albergaba un Teatro, el cual dejaron a la izquierda al entrar a otra Plaza donde se encontraba, de espaldas, la Catedral de la ciudad, la cual tenía un aspecto bastante pobre al estar inacabada y que contrastaba esa ausencia de belleza estética con una pequeña Iglesia situada a su lado, la Iglesias de Santa María de la Antigua, hecha con piedra muy blanca y que combinando estilos resaltaba, sin ninguna duda, sobre la Catedral en este sector de la ciudad.

Cruzaron toda la plaza y tomaron una salida situada detrás de la Iglesia de Santa María de la Antigua, para seguidamente continuar por otra a la derecha que discurría ascendentemente, hasta llegar a una calle lateral muy abierta que más parecía una plaza, de hecho a pesar de que la calle por la que transitaban continuaba, se difuminaba prácticamente.

-Tenemos que parar aquí un momento, te voy a enseñar una cosa- dijo Javi, sacando a Carlos de sus pensamientos-

Penetraron al interior de la ancha calle y la cruzaron hasta el final, tenía abundantes bancos y algún arbol en torno a un parque para niños pareciendo más una plaza o un parque que otra cosa. Se detuvieron casi en la esquina contraria justo ante la puerta de un bar llamado "El Rincón", que estaba a medio cerrar,  con la verja medio bajada y luz en el interior.

-Sígueme y entra- indicó el más alto a su recién llegado primo, que estaba contrariado por las indicaciones que estaba recibiendo.


Entraron medio agachándose para pasar por debajo de la verja. El lugar era un establecimiento diferente a cualquier otro bar. Estaba estructurado en dos plantas recubiertas tanto en el suelo como en las paredes por madera oscura y envejecida. La planta baja, donde se encontraban, tenía una una gran barra situada de forma perpendicular a la entrada y que se alargaba por toda la sala, justamente en frente unas plataformas con banquetas donde apoyar la bebida que continuaban haciendo una curva por una ventana que daba a la calle,  hasta la entrada y entre la barra y la pared cuatro mesas con sus respectivas sillas.

- ¡Mario!- gritó Javi nada más entrar.

-¿Si?, aquí arriba- contestó una voz.

Ascendieron por una gran de caracol situada en la mitad del establecimiento hasta la planta de arriba, la cual era más pequeña, ocupaba aproximadamente la mitad que la planta baja, pero era más espectacular, llena de estanterías repletas de libros ordenados por bloques que iban desde pensamiento político, hasta clásicos españoles, pasando por novelas históricas y de aventuras. De detrás de una estantería salió un chico pelirrojo que rondaría los veinticinco años y con la cara llena de pecas